Ver el mundial o aprobar la selectividad, esa es la cuestión

Ya les conté hace poco más de un año que tener un compañero de habitación que juega mucho con la consola no es bueno para el aprendizaje. Pues bien, hoy vuelvo a la carga contra nuestra oferta de ocio, para ver si me puedo llevar el premio al escritor más aburrido del blog. He dicho en alguna ocasión que el fútbol solamente me interesa como ejercicio intelectual. Por desgracia esto se va a volver más personal. Mi hijo, al que no conseguí disuadir de tan perversa afición, cumple 18 años, edad del examen de ingreso en la universidad, en 2018. Y ese año hay mundiales de fútbol. A ver si entretanto inventan alguna vacuna contra la afición porque como van a ver es muy mal negocio.

Como ya saben los lectores de la anterior entrada hay buenos motivos para intentar averiguar el impacto del esfuerzo en el aprendizaje, y no siempre es fácil. Muchas bases de datos no tienen ni siquiera información de calidad sobre las horas de trabajo de los chicos. Y cuando las tienen, a veces les falta información sobre otras variables que pueden ser más determinantes del resultado. De manera que si observamos que el esfuerzo está bien correlacionado con el resultado, pero no tenemos información de la inteligencia, podemos atribuir un efecto causal donde no lo hay. Un chico inteligente podría estudiar muchas horas porque le apetece, y sin embargo sus mejores resultados se pueden deber sobre todo a la inteligencia.

Así que como de costumbre en estos casos vamos a aprovechar experimento natural que reduce de manera exógena el nivel de esfuerzo, al menos para algunos individuos. El artículo que describe el análisis es de Metcalfe, Burgess y Proud y el experimento natural es el hecho de que los campeonatos del mundo de fútbol y la copa de Europa del mismo deporte coinciden con el período de exámenes en el Reino Unido, otra nación obsesionada con ese deporte que el alcalde Tierno Galván definió, en un memorable bando emitido con ocasión del mundial de España, como una actividad en la que: “once diestros y aventajados atletas compitan en el esfuerzo de impulsar con los pies y la cabeza una bola elástica, con el afán, a veces desmesurado, de introducirla en el lugar solícitamente guardado por otra cuadrilla de once atletas, y viceversa.”

Como hay una competición cada dos años, tenemos una sucesión continua de años tratados y años de control. Los autores van a usar la diferencia de resultados para prácticamente cada alumno del Reino Unido entre años tratados y de control durante siete años consecutivos. Pero veamos primero de qué datos hablamos.

Los datos sobre alumnos vienen de la base de datos NPD (Base de Datos Nacional de Alumnos) que contiene los resultados y otras informaciones de todos los alumnos en el sistema financiado públicamente (aproximadamente el 93% del total), unos 500.000 cada año, desde 2002 hasta el 2008. Sobre cada alumno se dispone de su sexo, raza, si tienen necesidades educativas especiales y si son elegibles para una beca de comedor, un indicador de pobreza. Estos datos se pueden enlazar con los resultados en exámenes de cada final de ciclo para el 90% de la muestra.

El resultado básico que se utiliza en este estudio es el del GCSE (Certificado General de Educación Secundaria), un examen que se hace al final de la secundaria obligatoria, normalmente a los 16 años, muy importante tanto para progresar en el sistema hacia la universidad como para el mercado de trabajo si se abandona la escuela. Este examen se elabora y se corrige de forma centralizada a nivel nacional. Los resultados se normalizan por asignaturas para controlar por la dificultad de cada una, pero no están normalizados de un año a otro (no pueden normalizar cada año porque las diferencias de resultados entre años son importantes para identificar el efecto), y los autores corrigen esto con una variable de tendencia anual. Se conocen los resultados por asignaturas, pero cada asignatura puede tener más de un examen, por lo que la medida importante es el solapamiento de los exámenes de una asignatura con el torneo futbolístico. Como medida de resultado previo al GCSE tenemos el examen del KS11 (Estadio Clave 11) que se realiza a los 11 años. Una ventaja sustancial de estos exámenes es que se realizan a principios de mayo así que no se ven afectados por los torneos de fútbol objeto del análisis.

También se usan datos sobre la audiencia de programas de televisión para corroborar algunos puntos. Por ejemplo, la figura 1 que ponemos más abajo señala la diferencia de porcentaje de audiencia entre abril y junio. Junio es un mes con menos audiencia en general, pero los años de torneo (2002, 2004, 2006) se ve muy disminuida esa diferencia. El año 2007, que tuvo un mes de abril muy caluroso es peculiar. Y en 2008 el equipo de Inglaterra no se clasificó para la Eurocopa, y los datos de audiencia confirman que no es un año que se deba considerar de tratamiento.

La fuente de identificación del efecto proviene de que el resultado del examen depende del esfuerzo y que el valor óptimo del esfuerzo depende de los usos alternativos del tiempo que tenga el estudiante, y de sus características. Si hay un torneo importante de fútbol y al estudiante le gusta mucho el fútbol es esperable que dedique más tiempo a la televisión y menos a preparar los exámenes. Como las fecha de los exámenes y las de los partidos coinciden algunos años pero otros no esto nos permite averiguar el impacto de este cambio en el esfuerzo de los estudiantes.

Aunque los resultados se analizan de muchas maneras y con métodos variados, la forma más rigurosa para identificar el efecto causal es la siguiente. Para cada estudiante se toma la diferencia entre sus resultados en asignaturas “tempranas”, aquellas cuyos exámenes no se solapan con el torneo, con las “tardías”, para las que al menos dos tercios de los exámenes se solapan. Esto elimina efectos observados o no observados puramente individuales. Una vez hecho esto las diferencias entre años con torneos y años sin torneos se comparan entre sí. Los resultados se pueden ver en la siguiente tabla. Todos los resultados están en desviaciones estándar. Las primeras dos columnas presentan los efectos (para chicas y chicos respectivamente) de estudiantes no elegibles para beca de comedor, y la tercera y cuarta para chicas y chicos sí elegibles para la beca. Las filas se refieren al resultado del examen a los 11 años (KS11).

Como se puede observar el resultado es negativo para todos los grupos, varía entre 0,03 desviaciones estándar y 0,1 desviaciones estándar. Es mayor para chicos que para chicas, para los pobres que para los ricos, y para los estudiantes con peores resultados a los 11 años.

El tamaño del efecto es sustancial. Como dicen los autores, no es muy distinto al que Hanushek encuentra por eliminar al 10% de profesores menos efectivos de las escuelas, y no lejano para algunos grupos al de las escuelas “sin excusas”. ¿Voy a acabar recomendando que se supriman los mundiales de fútbol o los campeonatos de Europa? Me temo que no va a ser posible. Y prohibírselo por completo a los chicos parece poco realista. Pero quizá se puede utilizar como herramienta de negociación: “para ver los Mundiales tendrás que haber sacado unas calificaciones … en el resto del curso.” En fin, supongo que lo de los mundiales tiene mal arreglo a menos que me vaya a Marte con la primera ola de colonización. Pero al menos tenemos un buen ejemplo más de que el esfuerzo importa.

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